Hoy pretenden ser expropiados por una institución del Estado, con algunos intereses oscuros de por medio. Conversado con un ex-oratoriana me comenta que llevaban bolsas pequeñas de cemento entre tres chicas, caminando durante varias horas en un clima difícil de respirar y de fácil cansancio por la altura, adolescentes, jóvenes y adultos fueron quienes pusieron el hombro para cristalizar este logro, por el sueño magnífico que tuvo un gran hombre (el Padre Ugo de Censi) él los reunía, los concuentizó sobre el trabajo en conjunto y el servicio hacia los demás. Todo con el sentimiento de cooperar y la alegría de ayudar hicieron los campos de trabajo sobre los 4 350 metros sobre el nivel del mar, en un lugar donde solo había, rocas, hielo y un paisaje sin igual.
Estos refugios han ayudado a dar posada a andinistas, han auxiliado en más de 30 operaciones de rescate de heridos y víctimas de accidentes; con sus ingresos han construido los misioneros de la Operación Mato Grosso más de 1,800 casas para los más pobres en lo más recóndito de Ancash, han sembrado más de 50 mil quenuales, quishuar, molles, etc y los más importante: con esos recursos alimentan diariamente a cientos de personas desvalidas y educan a decenas de niños y jóvenes para darles un futuro sano y humano.
Una obra que sobrepasa la actitud colectiva que fácil podría rememorar la Minka, trabajo comunitario o colectivo voluntario con fines de utilidad social, o de carácter recíproco que se desarrolló en el Tawantinsuyu. Hoy el sudor, frío, labios resecos y lágrimas ven heridos todo sus recuerdos de esfuerzo al ver que un interés oscuro del estado pretende subastar tanto esfuerzo, porque los refugios no son sólo casas construidas, sino, sueños, luchas, momentos, recuerdos de caridad y sobre todo amor al prójimo y al paisaje.